Pro domo súa (Modus...Modalius...Mutatis)
Un generoso atasco se presentaba a la vista, la circulación comenzaba a aminorar la marcha, y evidentemente acabamos parando. Los más ávidos e impacientes, por informarse del motivo del atasco, salieron del coche y buscaron la información. Al rato regresan haciendo ademanes expresivos de que iba para rato el atasco. Había corte de calle por manifestación de no se qué desacuerdo de los vecinos con las autoridades de turno. ¡Vaya novedad, lo del desacuerdo! y bueno, lo de los atascos tampoco es nuevo.
La calle del atasco tiene doble sentido, pero está vallada, por lo que el retorno se hace imposible. En fin, una hora por delante, nada se puede hacer. A mí que siempre me acompaña un libro, no me parece tiempo perdido, y me dispongo a introducirme en las “Memorias de Adriano” de la mano de Marguerite Yourcenar y transportarme a otros tiempos y situaciones. Comienza la mente a volar cuando nada más iniciado el vuelo es interrumpido por estruendosos claxon que emiten ensordecedores sonidos.
Los impacientes, nerviosos, irracionales, incoherentes, SORDOS…comienzan la estúpida verbena desafinada y zafia. ¡Vaya! no contaba con el atasco, pero mucho menos con semejante alboroto.
Intermitentemente se van sucediendo los sonidos, salvo un claxon que no respeta los silencios y se hace con la situación. La incomodidad de no saber que ocurre y la persistencia de la acción, hizo que automáticamente mis ojos y mis sentidos buscaran al intercepto, más que nada para tener la imagen de una cara en la que aplicar más a gusto mis adjetivos favoritos en éstos casos…
Mi sorpresa fue mayor cuando veo a un individuo de una cierta edad, de las edades de peinar canas, y a un niño de unos doce años que con una gran incomodidad trata de retirar el brazo del padre del claxon, y éste haciendo gala de su fuerza y autoridad insistía en seguir accionando el mecanismo para rubor y vergüenza de su hijo e indignación de la gran parte de los afectados por el paro motriz involuntario. Como he dicho anteriormente no era el único que pitaba, pero sí el que aleccionaba a su hijo en primera fila de estupidez e incoherencia. El estruendo continuó, el tráfico no se movió, y la manifestación no sé lo que obtuvo de resultado; pero sí sé que no es el mejor ejemplo para un hijo, para las nuevas generaciones, para todo joven que ve ésta escena, la representación de la impaciencia, la frustración, el egoísmo, el cabreo irresponsable, y una actitud innecesaria y con resultados nulos…
Los ejemplos que damos a nuestros hijos son una parte importante de su formación, de su tarjeta de presentación. Parte de nosotros está compuesta de ejemplos, y de buenos ejemplos son parte de las buenas acciones…Cuando se escuchan quejas a cerca de los jóvenes, no creo que el problema se genere en ellos, ni que ellos sean los máximos responsables, el análisis a ése respecto debe ser más profundo y mirar hacia otras generaciones, la generación que perdió el norte, a la cual irremediablemente pertenezco…
Todavía en la distancia sigue sonando el claxon.
Sigo reflexionando desde el Sótano...
Marcial Cortegoso